Como tantos días, pasaban los tiempos lentamente,
su cuerpo inquieto, con la sangre alborotada, luz, calor,
verano que anunciaba un otoño sombrío.
Sus labios que ansiaban libertad,
y sus tormentas, viajando incansablemente por sus venas,
esperaban, no sabía qué,
silencio en la estancia del camino;
el aire, al respirar, era el único
que producía un incesante ruido en su interior adormecido,
y el olor a amores ya borrados por el desgaste de los días.
Aletargado su cuerpo, quería vivir,
volar hacia anhelados sueños,
apenas si producían movimientos, su alma estaba cansada.
¡Y todavía sus párpados, intrépidos luchaban, buscando ser feliz!
©2018 Carmen Baeza
©2018 Carmen Baeza
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario